La etapa entre la adolescencia y
la vida adulta se caracteriza principalmente por adquirir más autonomía. Los
jóvenes cada vez son más autónomos a edades más tempranas y uno de los aspectos
de esta autonomía es la alimentación: cada vez deciden más qué comer. Y no tan
sólo deciden qué comer, sino también dónde, cómo y cuándo quieren comer.
Esta especie de caos alimentario
puede conllevar algunos desarreglos en la alimentación. Esto, unido a una
oferta excesiva de alimentos, acompañada de un bombardeo publicitario
exhaustivo, y sumándole el culto al cuerpo excesivo (que ya se da en niños de
8-9 años), hace que la alimentación en esta etapa no sea todo lo correcta que
debiera ser, siendo los adolescentes especialmente vulnerables y fáciles de
influir.